La frase esconde una gran pobreza de alternativas, una forma de vivir muy reducida y poco creativa. Sin embargo, la culpa no es toda de los jóvenes. ¿Qué les está ofreciendo nuestra sociedad consumista? Por lo que me parece, aquello que les hace víctimas cada vez más jóvenes.
Tema de conversación, preocupación y desconcierto por parte de padres y educadores, a menudo desbordados por no estar -lo dicen ellos- preparados para hacer frente a situaciones y problemas que no habían previsto ni imaginado. Entonces, el diálogo con los hijos, vivido con dificultad, muestra en unos y otros el miedo a hablar claro y con confianza. ¿Qué es esto? ¿Falta de autoridad? ¿Claudicación? ¿Impotencia? Por otra parte, muchos jóvenes, aunque no lo parezca, ponen de manifiesto su distancia respecto de ellos: "No me gustaría que mis padres me vieran haciendo el botellón", dice uno de ellos.
Habiendo como hay tantas otras maneras de aprovechar un fin de semana, me cuesta creer que no se ofrezcan ni se acepten alternativas más humanizadoras.
¿Hacia dónde va nuestra sociedad, con la crisis económica y de valores espirituales que vive, donde más del 35% de los estudiantes españoles de secundaria reconoce haberse embriagado una vez durante el último mes? ¿Quién está dispuesto, poniéndose a su lado, a educar este 73% de menores que dicen haber consumido alcohol durante los últimos doce meses? ¿Quién quiere realmente su bien, su crecimiento humano, su asunción de valores auténticos? ¿Quien trabaja solidariamente por su presente y futuro? ¿Quien los ama realmente sin aprovecharse?
Hay otras alternativas. A los jóvenes no se les puede engañar ni tampoco ellos han de dejarse engañar. Más bien, se les debe proporcionar un nuevo clima donde la vivencia de amistad les haga madurar y el espíritu de fiesta sea sano, proponiéndoles más reflexión, más esfuerzo, más naturaleza, más valores trascendentes, más visión esperanzada de futuro. Tendremos que ser valientes y decir, también, ¡más implicación con el Evangelio!
Un fin de semana puede ofrecer infinitamente mucho más que lo que proporciona el botellón y sus resacas. Algo tiene que cambiar y tenemos que hacer que cambie. Seamos creativos y hagamos propuestas, que los jóvenes son bastante generosos y capaces de hacérselo suyo con entusiasmo, cuando quienes les animan les regalan su tiempo y son los primeros en dar buen ejemplo.
Mn. Sebastià Taltavull, Obispo auxiliar de Barcelona. Cataluña Cristiana, Nº 1675. 30.10.2011
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