En el tema de la inmigración hay mezclada mucha ideología, intereses y confusión. Hay quien pregona abrir del todo las puertas, y otros las quieren cerrar con llave. Unos son calificados de “buenistas”, y los otros, de “radicales de ultraderecha”. Unos piensan que las fronteras no tienen que existir y los otros ven la inmigración como una amenaza social, económica y a los valores culturales.
La realidad es que en España y en Catalunya, la tasa de natalidad es muy baja -solo 1,2 hijos por mujer-, y que si no hubiera inmigración la población envejecería, con riesgo de desaparecer. Cualquier análisis riguroso ve que las sociedades adelantadas están envejeciendo, y para poder progresar necesitan inmigración, pero esta tiene que tener límites, ser ordenada y seguir unos criterios.
Catalunya ha necesitado y necesitará inmigración. ¿Pero de qué tipo? Aparte de que se tiene que acoger por razones humanitarias, la política de inmigración debe tener presentes las necesidades laborales del país, el modelo productivo presente y futuro, la capacidad de integración y de aceptación social.
Es cierto que buena parte de la inmigración que hemos tenido es de personas poco formadas, hecho que reduce la productividad y la renta per cápita, además de crear ciertas tensiones sociales. Pero la realidad es que amplios sectores de la economía española y la catalana son de poco valor añadido y, por lo tanto, crean puestos de trabajo de baja calidad. La inmigración que ha venido es la que han pedido los sectores del turismo, la construcción, la agricultura o los servicios personales, como la del cuidado de las personas mayores.
Para aumentar el PIB y la renta per cápita, Catalunya tiene que insertarse en el nuevo modelo productivo y de demanda que se está configurando en la UE y en el ámbito mundial Tiene que modernizar el tejido productivo, crear y atraer empresas y servicios de mayor valor añadido. Esto supone transformar progresivamente el modelo productivo hacia sectores innovadores y productos y servicios de mayor calidad, los cuales pedirán puestos de trabajo más cualificados y aumentarán la productividad. Se da el contrasentido de que tanto en España como en Catalunya tenemos un paro elevado y al mismo tiempo muchas empresas piden personal cualificado que en el mercado laboral no está disponible.
Catalunya debe hacer un gran esfuerzo en educación, en formación, en reconversión profesional y en atraer personal especializado para atender la demanda de un sistema productivo que se está transformando. Catalunya siempre ha sido un país de acogida de inmigrantes, los cuales han contribuido a su progreso. Hay que seguir recibiendo inmigrantes, pero se les tiene que acoger e integrar dignamente en la sociedad, y se les ha de ayudar a formarse en aquellos sectores que el tejido productivo necesite y que el entorno actual pida. Un entorno de gran complejidad que exige visión de futuro, esfuerzo, flexibilidad y voluntad de progresar. Catalunya tiene la capacidad de convertir este deseo en una realidad.
Francesc Raventós. Exdecano del Col·legi d’Economistes de Catalunya. La Vanguardia. Dinero. 19.11.2023. p. 15
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