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La formación del voluntariado

Solidarios
Núria Gispert
Servicio
Voluntariado
Convivencia
Valores

Repasando un poco mi vida
Empecé a ser voluntaria a los 14 años en una escuela del suburbio de Can Tunis los domingos por la tarde, enseñando el catecismo y hablando con las madres y los niños. Hoy, después de 60 años, sigo mi voluntariado en Braval, que creo que es un punto de referencia por el trabajo que está haciendo en el barrio.

Cuando empecé mi voluntariado no habría podido responder a la pregunta "¿porqué hago voluntariado?". Fue una llamada de Dios, que me hizo entender que además de estudiar tenía que ayudar a los demás. Han pasado muchos años, pero lo recuerdo como si fuera hoy. En mi colegio había una pequeña capilla donde íbamos a hacer oración, y leyendo el evangelio de Lucas 4,18-19 "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para evangelizar a los pobres, para predicar a los cautivos la redención y devolver la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y promulgar un año de gracia del Señor",  vi muy claro que Dios me llamaba a hacer este servicio.

¿Qué es un voluntario?
Hoy aún encuentro difícil definirlo, después de haber estado 6 años directora de Cáritas diocesana de Barcelona, y 2 de Presidenta de Cáritas Española.

A veces se define el voluntario como aquella persona que hace una acción concreta pero que no le supone ninguna retribución financiera. La acción que hace es una acción dedicada a los demás o a la comunidad. Tiene la voluntad de hacer el bien, es decir tener una acción conforme a los valores sociales aquí y ahora. Para que una persona adopte un comportamiento desinteresado hay que tener valores de altruismo y responsabilidad. ¡Me parecen tan pobres todas estas definiciones!. Es por ello que busco en mi libro más querido, la Biblia, y encuentro: "ya no hay ni judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre o mujer porque todos somos uno en Cristo Jesús" (Gal.3, 28)

Esto me dice que el voluntario debe tener:
- Amor a la persona.
- Decisión de actuar a su favor.
- Valorar cada persona siempre como fin, nunca como medio.
- Creer en el hombre significa una básica confianza en su realidad.
- El voluntario tiene que hacer que la persona se sienta acogida.

La acogida es fundamental
Acoger significa recibir a alguien. Acoger a una persona significa aceptarla, recibirla, pero aún va más allá: todo quiere decir que esa persona se sienta aceptada, querida.

La acogida se puede hacer desde cualquier ámbito de la sociedad y no necesariamente desde servicios específicos. La existencia cristiana es existencia pascual en la medida en que se pone al servicio de la justicia, de la fraternidad, y se concreta en las relaciones de buena vecindad y en la vida cotidiana.

En nuestro entorno corremos el riesgo de encontrarnos bien solo con "los nuestros". A menudo nos atenaza el miedo "a los otros", a lo diferente. Una buena acogida sólo es posible si nos ponemos en el lugar del otro. La acogida se concreta en escuchar, apoyar, informar y derivar, y seguimiento y acompañamiento.

Para conseguir una buena acogida debemos tener presentes las siguientes actitudes:
- Escucha activa
- Empatía, comprensión.
- Capacidad de observación.
- Aceptación y respeto.
- Evitar actitudes sobreprotectoras o paternalistas.
- Potenciar la autonomía personal.

Debemos renovar saberes y métodos, adquirir habilidades para dialogar y gestionar las diferencias para convertirlas en riquezas y no en obstáculos, teniendo presente que el mal que queremos erradicar no siempre es de carácter económico o político.

Amistad y amor
Según Aristóteles, la amistad sólo es posible entre iguales, porque no buscan la asistencia y ayuda del amigo -la utilidad es una amistad imperfecta- sino el reconocimiento de nuestro ser, de nuestras cualidades, en la persona del otro. Esta amistad griega, cubre una necesidad que la justicia no llega a satisfacer.

El cristianismo transforma esta relación en el amor fraterno, la caridad, que es el reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos ante Dios y el amor mutuo.

El camino del voluntario le lleva allí donde hay una persona que sufre, le mueve la solidaridad, que ayuda a la justicia pero no la constituye. La justicia es imperfecta y debe ser compensada con sentimientos de ayuda, de amistad, de colaboración.

La solidaridad va más allá de la justicia, la dignidad de la persona, la gratuidad, la compasión, la austeridad, la esperanza, la acogida incondicional, el testimonio.

La solidaridad, en palabras de Juan Pablo II, no es "un sentimiento superficial por los males de tantas personas (...) Al contrario, es la determinación firme y perseverante de querer el bien común, es decir el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos "(Sollicitudo Rei Socialis, 38.4)

El voluntario debe proponer acciones y procesos que signifiquen una situación nueva, esperanzada y transformadora, y que apunten de manera efectiva a un nuevo proyecto de sociedad basado en la solidaridad y la justicia.

El voluntariado también tiene sus sombras:
- Personas que sin motivación se hacen voluntarios para llenar su tiempo libre.
- Personas que creen que a través del voluntariado podrán obtener un trabajo remunerado.
- Personas que hacen del compromiso una expresión de mínimos.
- Personas que asimilan el valor de la solidaridad desde su vertiente de "valor de moda" y no como valor real.

Todas estas constataciones nos hacen ver que la dimensión del compromiso y la justicia social son hoy el primer reto en la formación y la promoción del trabajo voluntario.

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