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España podría sorprendernos

Cohesión social
Alfred Pastor
Cohesión social
Gestión de la inmigración
Solidaridad

Está uno acostumbrado a que desde el Gobierno nos lleguen buenos augurios, pero no a leerlos en la prensa inglesa. Resulta, sin embargo, que el titular de este artículo recoge un comentario de reciente aparición en el Financial Times (9/V/2013), que hace alusión, naturalmente, a una sorpresa favorable. Pero el barullo político que, convenientemente alimentado por intereses partidarios y mediáticos, flota como una espuma sobre la superficie de nuestra sociedad nos impide ver de dónde puede venir. Tratemos de recordarlo.

La primera fuente de sorpresas es la magnitud y la rapidez de nuestro ajuste exterior. El ajuste fiscal y el buen comportamiento de las exportaciones son otras dos sorpresas favorables.

Hay otra fuente de sorpresas, menos visible pero igualmente importante. Los que nos miran desde fuera se preguntan cómo es posible que, en esta profunda crisis, nuestra sociedad siga, en el fondo, estando en paz. Hay algunas razones para ello, pero hoy quiero hablar de una, ilustrándolo con un ejemplo real, para que sepamos de qué hablamos.

En el barrio del Raval de Barcelona, en algo más de un kilómetro cuadrado de extensión viven 45.000 personas; casi la mitad son inmigrantes, de una docena de países, con nueve religiones distintas (sin contar los que no profesan ninguna), y una tasa de paro del 30%. Y, sin embargo, uno puede transitar por el barrio como si nada: algo que no se le ocurrirá hacer en algunos barrios de París, Nueva York, México o Buenos Aires. ¿Un milagro? No. ¿Qué nosotros somos acogedores y simpáticos? Tampoco.

La calma que allí reina es fruto del trabajo silencioso de algunas organizaciones, en su mayoría privadas, que, en colaboración con escuelas y servicios públicos, cuentan con centenares de voluntarios que les entregan su tiempo y su energía. Estas organizaciones tienen como objetivo la integración de los habitantes del barrio, con atención especial a los niños. Detalle muy importante, porque los inmigrantes vienen no tanto para mejorar su situación como para dar un futuro a sus hijos, y aguantan mientras ven que estos tienen posibilidades reales de mejorar: de aprender y de colocarse.

Cuando, hace muchos años, daba clases en una escuela de Montjuïc, el padre de uno de los alumnos me dijo que no quería nada para él, pero sí que sus hijos tuvieran mejor suerte. Tenía veintinueve años. El día en que los habitantes de barrios como el Raval crean que no hay porvenir para la generación siguiente la paz social se habrá acabado.

Estas organizaciones, por modesto que sea su presupuesto –apenas unos centímetros de AVE- sufren una penuria creciente de recursos. Estos han de provenir, ante todo, de la iniciativa privada. Que puedan cumplir con su objetivo de dar esperanza a la gente más desfavorecida, no con sermones ni tampoco con regalos o promesas del Estado de bienestar, sino ofreciendo posibilidades tangibles de mejora a cambio de esfuerzo, es tan importante como ir ajustando el déficit o ir cambiando la estructura de nuestra economía.

Así como hay un núcleo de empresas que son el germen de la economía que queremos, así también en el trabajo de quienes se dedican a integrar a los menos favorecidos por la fortuna está el germen de una sociedad más humana. No nos olvidemos de este aspecto: es parte integrante de la sorpresa.
 

Alfred Pastor. Profesor Iese. La Vanguardia. Diners. 19 maig 2013. pàg. 11

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