Seguimos hablando de las problemáticas que encuentran los recién llegados –y también los de aquí de toda la vida– para acceder a una vivienda. En nuestro barrio los precios son desorbitados, lo que hace que las condiciones físicas de muchas familias sean muy precarias, con las consecuencias que comporta: dificultades de convivencia, intranquilidad, etc.

En este ambiente, los hijos no tienen un espacio para estudiar y desarrollar la personalidad, por lo que muchas veces prefieren estar por la calle, con lo que esto supone. Por eso los espacios de las entidades de apoyo socioeducativo favorecen el crecimiento de los jóvenes que las frecuentan.

Hablamos de la importancia de comunicar bien los temas positivos en este ámbito, para contrarrestar los discursos negativos y de odio hacia la inmigración. Pero esto no es fácil, porque las acciones positivas que se llevan a cabo –que son muchas– son muy repetitivas y no “generan noticia”, mientras que las acciones negativas siempre son noticia por su “espectacularidad”.

La formación de los jóvenes necesita un punto de apoyo fundamental: que ellos “quieran” formarse, y esto en muchas ocasiones no es así. Quieren trabajar directamente para ganar dinero y no valoran los aspectos formativos para desarrollar bien el trabajo. Y nos encontramos con que hay sectores -como el de la contabilidad- que no encuentran profesionales preparados.

Fruto del trabajo de las entidades sociales, iglesias, escuelas, servicios sociales... y de la gente, hay menos conflictividad y delincuencia; y se consolida la paz social.