Las fotografías de migrantes famélicos envueltos en toallas en los puertos de las islas Canarias conmueven cada vez menos. Las llamadas desesperadas a la solidaridad del presidente autonómico, Fernando Clavijo, también han dejado de ser noticia. Seguramente las cifras de récord que hoy presentamos sobre las entradas irregulares de migrantes a Canarias no supondrán tampoco ninguna sorpresa. Pero ahí están: en el 2024 llegaron en 692 embarcaciones un total de 46.432 personas por esta ruta atlántica, cifra que supone un 17,4% más que el año anterior y es la más alta desde el 2009, cuando se comenzaron a recopilar estos datos.
La confirmación de estos números debería servir de estímulo para que se llegue a un acuerdo para el traslado de muchos de estos inmigrantes a otros lugares de la península, especialmente niños y adolescentes que llegaron sin amparo familiar. Hace unos días, Clavijo afirmaba en una entrevista con La Vanguardia que esperaba llegar a este pasado fin de año con una cifra oscilante entre 5.400 o 5.500 menores migrantes y pedía que, al menos, unos 4.000 fueran distribuidos por otras zonas de la península. El presidente canario acusó al Estado y a la Unión Europea de dejarlos abandonados. A pesar de que gobierna en coalición con el PP, Clavijo, secretario general de Coalición Canaria, se ha mostrado igual de duro con los populares que con los socialistas por no haber llegado a un acuerdo para solventar esta crisis migratoria.
El Gobierno pactó con la Administración canaria una reforma de la ley de Extranjería por la que se adoptaba un sistema de reparto obligatorio para todas las comunidades cuando alguna de ellas se viera colapsada. El PP y Junts rechazaron esta medida por diversas razones. Y no se ha avanzado nada desde entonces.
El tiempo pasa y muchos de estos menores se agolpan en locales o en improvisadas tiendas de campaña en descampados a la espera de su traslado a otras zonas de España, al tiempo que van llegando otros nuevos. La contundencia de las cifras de ayer merecerían un replanteamiento político de todas las partes. Y es que, a pesar de la indiferencia general, la situación que se vive en Canarias no es normal, ni admisible.
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