Hay un desencaje entre la realidad de la inmigración y la percepción que tenemos de ella. A veces se destacan más las dificultades que los resultados positivos.
Es fundamental el trabajo personal, persona a persona, puerta a puerta, para conseguir unas relaciones basadas en el conocimiento y el respeto mutuo. Cada vez más se valora la aportación del voluntariado, en una relación personal que es el cojín y el referente de las personas en riesgo de exclusión social.
En el actual contexto de crisis, la inmigración ha bajado mucho en el orden de problemas que preocupan a la gente, según los barómetros de opinión. Al mismo tiempo, la pérdida del cojín económico, laboral, familiar, etc. hace que muchas personas se aboquen al mundo de la drogadicción, que algunas entidades ayudan a tratar.
Sería muy provechosa una mayor interrelación entre las entidades que trabajan a pie de calle y los observatorios sobre inmigración, que pueden aportar visiones, estrategias y soluciones a los problemas que se han originado en otros países, y que cada vez son más globales.