Hoy nos hemos centrado mucho en las experiencias de los jóvenes, que en muchos casos buscan aportar algo a la sociedad. A veces con unos planteamientos muy "soñadores", y en otras ocasiones con planteamientos más realistas; pero lo que es común son las ganas "de arremangarse" para contribuir a solucionar los problemas.
Esta actitud genera a menudo un clima de confianza entre el ayudado y el que ayuda, por lo que se va convirtiendo en su referente. La confianza es básica en todo tipo de cooperación. La relación personal entre cada beneficiado y cada persona voluntaria es el mejor medio para superar las dificultades.
Haciendo una visión retrospectiva desde finales de los años 60 del siglo pasado, se observa que tenemos casi una generación "desconcertada" y "desnortada", que difícilmente ha podido transmitir valores de solidaridad a sus hijos. Pero ahora nos encontramos con muchos jóvenes animados para hacer cosas por los demás, con una contribución muy grande al mundo del voluntariado. Es una gran esperanza de futuro.
A nivel laboral se constata una mejor formación académica de los jóvenes, pero a veces falta la capacidad del esfuerzo, consecuencia en muchos casos de que les hemos dado todo, y no saben sacrificarse para alcanzar objetivos. En los procesos educativos hay que incidir más en este factor.