Los procesos de inmigración producen unos desplazamientos de las personas hacia otras poblaciones, países y continentes, donde esperan encontrar una mejora económica y de bienestar. Con muchas dificultades, poco a poco, lo van consiguiendo. Y si en los barrios, poblaciones o lugares de nueva residencia se ha hecho un buen proceso de acogida, con el tiempo se va consolidando una situación estable que conlleva cohesión, falta de violencia y ascensor social.
Pero pasados los años, ante una nueva ola migratoria, los que ya tenían un "status" en aquel lugar ven que llegan personas con más dificultades que ellos, y que las ayudas sociales se dedican a estas personas. Y los consideran unos "intrusos", y se pueden producir hechos de xenofobia y marginación. Es lo que ocurrió, por ejemplo, en lugares como Santa Coloma, donde los inmigrantes de otros lugares de España del siglo pasado se sintieron "marginados" por los recién llegados actualmente de otros países.
Para ello es fundamental la implicación de las administraciones y las entidades, a fin de crear lazos que fomenten la cohesión social. Y de ello tenemos una gran y exitosa experiencia.
La relación personal que se establece en cada barrio, mediante el trabajo de muchas entidades, parroquias, centros deportivos, etc. facilita el conocimiento y el arraigo de las personas.
Si, además, se consigue el trabajo que se necesita para poder mantener la familia, estamos dando pasos decisivos para cerrar filas y mantener la paz social de que disfrutamos. Un aspecto que a veces es difícil explicar en los medios de comunicación, simplemente porque "no es noticia".