Precisamente hoy se está celebrando en el Parlamento de Cataluña un pleno extraordinario sobre la pobreza.
Las últimas entradas de inmigrantes saltando la valla de Melilla es una noticia impactante que lleva a reflexionar y actuar.
Aparte de las actuaciones concretas que cada uno puede hacer, no podemos olvidar que hay que estructurar una política real de ayuda al desarrollo, con inversiones en los países de origen, a fin de estabilizar las poblaciones y que no tengan que emigrar.
Debemos superar el estereotipo de plantear las relaciones entre los de aquí y los recién llegados. Cada vez hay más población no nacida aquí, o nacida aquí pero hijos de inmigrantes, que se consideran -y son- catalanes por los cuatro costados. Pero en cambio, en el imaginario colectivo, todavía se distingue entre los de aquí y los de fuera. ¿Hasta cuando se les debe considerar "de fuera"? Ahora mismo, el 24 % de la población de Barcelona ha nacido fuera de la península.
A pesar de todos los déficits y las dificultades concretas, hemos de convenir que la gestión de la inmigración se está haciendo notoriamente bien, y así lo muestra el hecho de que no haya especial conflicto, como ha ocurrido en otros países. La red social actúa eficazmente: la escuela, la administración, las parroquias, las entidades, la familia y "la gente", que ofrecen un gran apoyo a las personas con dificultades.
Observamos que hoy en día el punto de mira no es la inmigración, sino la pobreza, que origina la exclusión social. Pero resulta muchos inmigrantes siguen siendo muy pobres, aunque la pobreza se ha ido extendiendo a la clase media de la sociedad.