Estamos en unos momentos, después de los dos años de pandemia, en los que se ha vuelto a disparar el gasto de la gente acomodada -restaurantes llenos, viajes, compras, etc.- y al mismo tiempo están creciendo los niveles de pobreza.

Según los medios de comunicación, acabamos de conocer que se necesitarán 200.000 ingenieros en diez años, al tiempo que faltan 15.000 conductores de camión en España. Hay puestos de trabajo que no se ocupan, y al mismo tiempo está creciendo el paro. El 11% de los sin techo en España han realizado estudios universitarios... ¡Sorprendente!

Pero, a diferencia de otros países -como las banlieues de París- aquí la situación no ha explotado, entre otras razones porque aquí tenemos una gran red social: las escuelas, el sistema sanitario, las parroquias, las entidades, la asistencia social, y la gente, mucha gente que ayuda a su pariente, su vecino...

En la convivencia diaria es muy necesario compartir unos parámetros fundamentales de educación y comportamiento a fin de establecer un ambiente cómodo para todos. Dado que cada cultura tiene sus parámetros, es preciso incidir en que los inmigrantes conozcan, respeten y compartan los parámetros de la sociedad de acogida, algo que en ocasiones no se acaba de conseguir. Así, por ejemplo, algunos chinos escupen al transporte público -costumbre aceptada en su país- y hay que hacerles entender que aquí es una falta de educación, etc.

La relación personal es el camino más rápido y seguro para transmitir los parámetros de convivencia, porque se aprende a convivir conviviendo. Y la actuación de las entidades de apoyo socioeducativo, de atención primaria, o de servicio asistencial, con el concurso del voluntariado consiguen este aprendizaje con rapidez, porque se producen ámbitos de amistad, que muchas veces perduran en el tiempo.