El tejido asociativo que tenemos en el Raval resuelve muchos problemas y evita los conflictos, contribuyendo decisivamente a mantener la paz social que disfrutamos.

Para consolidar el tejido asociativo y la implicación hacia los demás son muy decisivas las actividades de aprendizaje-servicio previstas en el currículo escolar, de modo que los jóvenes vayan adquiriendo virtudes como la generosidad, la preocupación por los demás... y vayan entendiendo que no sólo es dar, sino que se aprende mucho.

El voluntariado contribuye decididamente a "hacer piña" y cohesionar. La relación personal de un voluntario con la persona “ayudada” genera a menudo una amistad que dura muchos años. Es muy relevante en las entidades la participación de voluntarios de todas las edades, que ponen sus capacidades al servicio de los demás. Aquí no se produce el fenómeno del “talento desperdiciado” que sucede en algunos sectores profesionales cuando los trabajadores alcanzan una edad más que productiva en torno a los 50 años.

La vivienda sigue siendo un problema importante en algunos barrios, como el Raval, que impiden llevar una vida normalizada a muchas familias, que vienen aquí para “subsistir”, con las graves situaciones que se han generado: falta de espacio, una familia en cada habitación del piso, etc. Es muy sorprendente el gran número de cambios de domicilio que existen en el barrio, fruto de la presión inmobiliaria. El número de habitantes en el barrio no ha variado prácticamente en los últimos años. Los que deben abandonar un piso se trasladan a un piso cercano, de un familiar o amigo, y allí donde antes vivían dos familias ahora viven tres.

Al mismo tiempo nos encontramos con gente con capacidad adquisitiva que vienen a vivir la experiencia "Barcelona" y no contribuyen al desarrollo social porque "pasan". Es el caso de los pisos turístico, por ejemplo, que además generan dificultades de convivencia por horarios, actividades, etc.