En relación a la inmigración hay una gran contradicción. Nada más llegar, los inmigrantes gozan de sanidad, educación, asistencia social, etc. Pero no tienen ciudadanía, y el proceso para acceder es muy lento y muchas veces "oscuro" y arbitrario. Nos tenemos que plantear seriamente cómo los inmigrantes pueden acceder a la legalización de su situación.

Está claro que necesitamos la inmigración, y la necesitaremos. Es un hecho que vienen para quedarse. Por lo tanto, hay que regular de una manera más clara y eficaz la forma en que se quedarán.

Los necesitamos, tanto por el trabajo como para la renovación generacional y demográfica. De lo contrario, no podremos mantener las pensiones ni el estado del bienestar.

La cultura no llega a los inmigrantes, y los inmigrantes no acceden a la cultura, entre otros motivos, porque no es un tema preferencial o vital para ellos. Y en el caso de los agentes culturales de aquí, globalmente son ajenos al hecho migratorio y a sus necesidades.

Los inmigrantes tienen un planteamiento de la vida de más esperanza y más expectativas que los de aquí, porque están buscando un lugar en la sociedad, y toda su capacidad de lucha (que es mucha) la ponen para conseguir este objetivo. Los de aquí tienen una "segunda oportunidad", porque tienen un colchón familiar, mientras que los inmigrantes no lo tienen, y saben que no pueden desaprovechar las oportunidades que se les presentan.