Seguiremos teniendo un flujo de inmigrantes notable, con situaciones cada vez más complicadas. Ante este hecho, debe cambiar la mentalidad del mundo político y administrativo, afrontando la resolución de los problemas partiendo del paradigma que la diferencia nos enriquece.

Pero hay que afrontar esta diversidad en el día a día, para que no se rompa la convivencia. Por ejemplo, en la atención hospitalaria de niños enfermos se está haciendo un gran esfuerzo para tener enfermeras de otros países, que conozcan las lenguas; y también en un aspecto novedoso en España: la atención a las familias de los niños hospitalizados, especialmente en procesos de larga duración, que exigen el acomodo de las familias en viviendas compartidas por familias de diversas procedencias. Esto provoca a veces tensiones en la convivencia y es necesaria la actuación de mediadores interculturales.

A veces hay entidades y administraciones que quieren hacer una acción social, pero se rodean de unas reglamentaciones y estructura burocrática que lo único que consiguen es cronificar la pobreza, porque son unas actuaciones más gestuales y puntuales que una actuación profunda y sistemática. Estamos ante nuevos parámetros y parece como si se aplican "fórmulas" del pasado.

A muchas personas que viven en la calle les cuesta acceder a los servicios de instituciones que les facilitan ducha, alimentos, ropa y acogimiento. Algunos, por problemas psiquiátricos, otros por problemas de desarraigo, y también por vergüenza. Este elemento, la vergüenza, se da también en personas de barrios acomodados que se han quedado sin nada y no se atreven a pedir ayuda a los servicios sociales. Les cuesta mucho aceptar que son indigentes.

La vivienda es un factor esencial en el proceso de integración total. El inmigrante se arraiga más cuando tiene vivienda que cuando tiene trabajo.

La formación del voluntariado comienza con la selección de los mismos. A veces quieren hacer voluntariado personas deprimidas, con trastornos mentales, gente que se siente sola, etc. a quien han aconsejado hacer voluntariado "para salir de casa y sentirse útiles". El voluntariado no puede ser una terapia, porque con la mayor buena voluntad, transmiten su angustia y frustración a las personas que atienden.