Es muy destacable el esfuerzo que se hace en las escuelas para conseguir el arraigo de los inmigrantes en nuestra sociedad. Los procesos que facilitan la relación entre personas de diferentes países hacen que nos vayamos conociendo cada vez más, se rompa la barrera física -que conlleva una barrera mental-, todos nos enriquecemos con la forma de ser de los demás, se van desvaneciendo los posibles brotes de violencia y todo desemboca en una mejora de la cohesión social.

 

Este esfuerzo de las escuelas queda complementado por las entidades de ocio, que contribuyen a que los niños y jóvenes se relacionen por intereses -deportivos, artísticos, culturales, etc.- y no por su origen étnico. De hecho, los niños y jóvenes se sienten catalanes, tanto si han llegado de otro país, como si son hijos de inmigrantes y han nacido aquí.

 

Un elemento decisivo en este proceso es el profesorado y el voluntariado. Se da el hecho de que los voluntarios jubilados conectan muy bien con los niños pequeños, porque "este señor es mi abuelo". Del mismo modo los alumnos adolescentes de origen paquistaní llaman "Dadi" -abuela en urdu- a su profesora.

 

El afecto hacia los demás supera las dificultades, el idioma y las fronteras, y es un elemento fundamental en el proceso de entendimiento de las personas.

 

A veces los medios de comunicación destacan solo los aspectos "conflictivos" de la inmigración -que los hay-, pero deberían destacar más la realidad de una buena convivencia generalizada, las experiencias que llevan a la cohesión social y la gran red social que lo hace posible: escuelas, servicios sociales, parroquias, entidades, y la gente, mucha gente que ayuda al vecino, al pariente, al amigo.

 

Las escuelas y entidades podrían destacar más en sus mensajes estos aspectos de cohesión social que consiguen con la mezcla de alumnos procedentes de diversos lugares, inmigrantes y autóctonos.