En los procesos de ayuda a las personas que lo necesitan, vamos observando un progresivo intervencionismo por parte de las administraciones. Por un lado es bueno que se quiera ofrecer una mejor atención a personas en riesgo de exclusión social, o que de hecho ya están fuera de los circuitos sociales, pero se pormenorizan tanto las condiciones de la ayuda, que al final uno se plantea si lo que se quiere es ayudar a los necesitados o bien dar trabajo a personas, entidades y servicios públicos que se dedican a ello.

 

Esto choca frontalmente con la voluntad del voluntariado, que es ayudar. Ciertamente se debe tener una preparación adecuada, pero excepto en aspectos particularmente dificultosos, la buena voluntad es lo que cuenta. Muchas veces lo que los "usuarios" esperan del voluntariado es la atención personal, una sonrisa, un estar por él, ayudarle a sentirse como una persona bien tratada.

 

Y eso es lo que al final da resultado, porque se está transmitiendo la generosidad. En muchas ocasiones, personas que han sido "usuarias" de una determinada entidad, acaban colaborando como voluntarios, porque se hacen el siguiente razonamiento: si me han ayudado a mí, yo también tengo que ayudar.

 

Muy interesante ha resultado la información sobre los procesos educativos que siguen alumnos de otros países que son sordos. Nos hace valorar, una vez más, el trabajo insustituible del profesorado en los procesos de integración de los inmigrantes y en la cohesión social.

 

En muchas ocasiones los medios de comunicación están condicionados con la información que dan. A veces por lo políticamente correcto, otras veces por la presión de la publicidad, y en muchas ocasiones porque son "noticia" los conflictos y las denuncias. Y se echa de menos una información más habitual, cercana y estimulante de las muchas cosas positivas que se van realizando en el día a día y que llevan a muchas historias de éxito, basadas en la amistad, en la acogida y en la comprensión del otro.