Acabamos de pasar los ataques yihadistas en Francia, y hablamos de la reacción que ha habido en nuestro país y especialmente en los barrios con mucha inmigración, como el nuestro, y si es posible que aquí pase lo mismo.
En el Raval se celebró una concentración de personas de muchas creencias, unidas por un afán de paz, donde se manifestaba que el problema no es la religión sino el fundamentalismo i la falta de aceptación y respeto al otro.
En este sentido, se destaca que desde hace muchos años existe un amplio conocimiento mutuo entre personas de diversas culturas y religiones, que ha generado confianza y respeto hacia los demás. Quizás es uno de los factores que contribuye a la paz social que disfrutamos, especialmente en estos momentos de crisis económica.
Desde las parroquias, las entidades, las asistentes sociales, el sistema educativo, la administración, etc. se lleva a cabo una acción de apoyo que ha evitado que una situación tan complicada explote.
Sin embargo, vemos que se va cronificando la pobreza en un sector de la sociedad que cada vez va siendo más amplio, incluyendo personas que hasta hace poco eran una clase media. Y eso no se puede reducir a la llamada "pobreza energética", sino que es algo más global.
En la vivencia diaria, hay que incidir en los valores y comportamientos éticos, que ayudan a la cohesión social y a mantener la convivencia. La experiencia que se va implantando en el sistema educativo del Aprendizaje-Servicio para los alumnos de Secundaria Obligatoria está favoreciendo fuertemente el despertar de la preocupación por los demás y se desarrolla la generosidad personal, que es un factor fundamental para lograr una sociedad cohesionada.
Hay que seguir incidiendo en la formación de los jóvenes, que les permite la incorporación a los circuitos laborales, logrando así el ascensor social. No nos podemos quedar en la "beneficencia", hay que facilitar recursos para la promoción personal: primero dale un pez, y al mismo tiempo enséñale a pescar.